Entrevista a Julio Castelo Matrán.
El personaje más de cerca.


Julio Castelo Matrán nace en Águilas en 1941. Es el tercero de cuatro hermanos. Su infancia transcurrió en Jaén, Málaga, Úbeda y Murcia como consecuencia de traslados sucesivos profesionales de su padre, que trabajaba en “Banesto”. Cuando tenía 13 años se trasladaron a vivir a Madrid, donde acabó el bachillerato e inició, a los 16 años, la carrera de Derecho en la Universidad Complutense.

En 1961 –tenía 20 años y estudiaba el cuarto curso de la licenciatura- ingresó en la aseguradora MAPFRE, tras superar un examen destinado por dicha empresa a reclutar “estudiantes de Derecho”. Al año siguiente acabó la carrera, y trabajó en MAPFRE ininterrumpidamente durante 40 años hasta que en 2001, a la edad de 60 años y tras 11 ejerciendo la presidencia ejecutiva del Grupo, decidió jubilarse y renunciar a todos sus cargos. Fue designado Presidente de Honor vitalicio de MAPFRE.




FUNDACIÓN MAPFRE: Sr. Castelo, ¿qué es el Modelismo Naval?

Julio Castelo Matrán: Si hago uso de la definición establecida por el diccionario, modelismo naval es el arte de reproducir buques o embarcaciones a escala reducida. Junto al modelismo que podría considerarse puro, siendo el propio artesano quien elabora la práctica totalidad de las piezas que integran la obra a realizar, tomando como referencia planos y manuales del modelo original, existe también el modelismo convencional, en el que el constructor desarrolla (sin ningún demérito, por supuesto) sus tareas con ciertas ventajas, ya que algunas piezas de la embarcación están previamente elaboradas por el fabricante del kit: unas, como la quilla o las cuadernas del buque, porque el esfuerzo que supondría confeccionarlas uno mismo no justificaría el tiempo y utensilios necesarios para ello; otras, como los cañones, porque su realización exigiría un proceso poco menos que industrial que excedería el de estas actividades de entretenimiento doméstico.
 
F.M.: ¿Cuál sería para usted la diferencia entre modelismo y maquetismo?

J.C.M.: El modelismo es un término reservado para la realización de los “modelos” que los ingenieros navales de la Historia pasada llevaban a cabo antes de la construcción real del buque en cuestión, al objeto de que el Rey de turno decidiese introducir cambios y acabase dando –o no- su definitivo placet. Desde mi punto de vista, los buques a escala reducida que hay en el Museo Naval de Madrid (de 2 a 3 metros de eslora) son un buen ejemplo de estos “modelos”, que no “maquetas”.

F.M.: ¿Y las miniaturas o barcos teledirigidos?

J.C.M.: Considero que cabría establecer otra distinción práctica entre modelismo estático y dinámico, según la cual esta segunda expresión estaría referida a las maquetas realmente navegables mediante técnicas de radio-control, lo que las diferencia de las que están destinadas a permanecer fijas en su lugar de exposición. Obviamente, los modelos dinámicos requieren tres requisitos que, por innecesarios, no existen en los estáticos: motorización, estanqueidad y lastre. El modelismo de miniatura resalta igualmente tanto por su belleza como por su extraordinaria dificultad de realización, particularmente el de “botella”, consistente en la completa realización de la pequeña maqueta fuera del recipiente, su desmontaje para que pueda ser gradualmente introducida en éste, para acabar completamente en su interior con la ayuda de pinzas y tirantes. ¡Qué merito!

F.M.: ¿También existen diferencias según los materiales utilizados en la construcción?

J.C.M.: Sí, creo que podemos hacer una breve referencia a la distinción entre el modelismo de madera y el de plástico, en función del tipo de material que mayoritariamente se utilice para la construcción del barco. El modelismo de plástico corresponde con frecuencia a embarcaciones modernas de guerra, tanto estáticas como dinámicas, y su realización entraña dos dificultades específicas: pegado y pintura. Es interesante resaltar que los grandes fabricantes de kits de maquetas de madera (barcos clásicos) son europeos, mientras que los de plástico (buques modernos) suelen ser norteamericanos y japoneses.

F.M.: ¿Cómo se convierte un presidente de una gran aseguradora en experto modelista?

J.C.M.: A la edad de 60 años y tras 11 ejerciendo la presidencia ejecutiva del Grupo, decidí jubilarme y renunciar a todos mis cargos. Fui designado Presidente de Honor vitalicio de MAPFRE. Era el momento de volver a nuestro pueblo natal (mi mujer también es aguileña), disfrutar de la familia… y del mar y la pesca. Pero mi mujer pensó que todas esas ilusiones que nos habían animado a jubilarme podían no ser suficientes para colmar el vacío que podría producirse en mis quehaceres diarios al haber renunciado tan súbitamente a tantas actividades y responsabilidades profesionales. Y tuvo una idea feliz: un año antes de jubilarme, cuando sólo ella y yo conocíamos la decisión que adoptaría al año siguiente, le pidió a los Reyes Magos que me trajesen el kit del “Juan Sebastián de Elcano”. Así empezó mi colección de maquetas, que desde entonces ha ido creciendo ininterrumpidamente. Adelanto que el último barco que he iniciado –el buque-escuela alemán “Gorch Fock”- hace el número 55.

F.M.: ¿Alguna predilección especial a la hora de elegir las maquetas?

J.C.M.: La elección de las primeras nuevas maquetas no obedeció a ningún criterio preconcebido; aunque casi todos eran veleros, respondían también a “caprichos” familiares (por ejemplo, el remolcador “Muimota” o los populares “Titanic” o “Mississipi”).

F.M.: Pero la colección crecía…

J.C.M.: Sí, en efecto, en un principio los destinatarios eran nuestros hijos (tenemos cinco hijos y 15 nietos), que alojaban las obras en sus respectivas viviendas, o el salón de nuestra residencia habitual en Águilas, hasta que llegó el momento en que comenzaron a “no caber” por dos razones: la primera, porque su número había crecido considerablemente; la segunda, porque tras varios años de experiencia como modelista, había decidido que las maquetas habían de ser de las de mayor tamaño (1 metro de eslora aproximadamente) y que correspondieran a los buques más vistosos, como sin duda eran los grandes veleros de los siglos XVII y XVIII.

F.M.: ¿Fue entonces cuando llegó la posibilidad de exponer?

J.C.M.: Sí. Mi gran amigo José Manuel Martínez, presidente de MAPFRE, también murciano y marinero, me ofreció generosamente la posibilidad de que la Fundación de igual nombre montase una exposición permanente de los barcos que yo decidiese aportar.
Mantuve los oportunos cambios de impresiones, primero con mi mujer e hijos, luego con Pablo Jiménez Burillo, director general del Instituto de Cultura de la Fundación, y llegamos a ciertos acuerdos: la familia Castelo (matrimonio e hijos) donaba toda la colección de barcos a la Fundación y ésta se comprometía a crear con ellos un museo de modelismo naval que llevaría mi nombre y estaría ubicado en un lugar adecuado para poder ser visitado por el gran público. Otro punto importante del acuerdo consistía en mi compromiso de seguir haciendo barcos para el museo y mi libertad para elegir las maquetas que desease realizar, cuyo coste (la compra del kit) a partir de entonces iría a cargo de MAPFRE.

F.M.: ¿Cómo nace y cómo se organiza el Museo de Modelismo Naval?

J.C.M.: La primera instalación del museo fue inaugurada en abril del 2008 y quedó radicada en la sede social de la Fundación, situada en el palacete Oriol del Monte del Pilar de Majadahonda (Madrid). El entorno natural era soberbio (tanto el inmueble como su jardín circundante); el marco institucional, insuperable (sede de la Fundación, sede del Museo Religioso Venancio Marco y del Museo del Seguro y sede también de frecuentes reuniones institucionales de MAPFRE); y el marco “operativo”, excelente: el gran público representado por los cientos de alumnos que diariamente acudían a aquellas instalaciones para asistir a los cursos y seminarios que permanentemente impartían las facultades y centros universitarios de MAPFRE.

F.M.: ¿Qué obras figuraban en la composición inicial?

J.C.M.: La colección inicial de maquetas quedó instalada en una gran sala especialmente habilitada para ello y estaba integrada por 23 maquetas, prácticamente todas las realizadas hasta entonces excepto algunas, excluidas por razones diversas: deficiente terminación, pequeño tamaño o pertenecer a amigos a quienes previamente se las había regalado.

F.M.: ¿Cuáles son las características del modelismo que se exhibe en el Museo?

J.C.M.: De forma muy resumida, por una parte, los barcos expuestos corresponden al modelismo convencional, estático y de madera.
Por otra parte, cabe resaltar que la exposición está integrada por una muy considerable profusión de barcos (hasta ahora, 36), con la particularidad adicional de que todos ellos han sido realizados por la misma persona. Todas las maquetas tienen una longitud igual o superior a 1 metro, que es la mayor que se ofrece en el mercado para este tipo de embarcaciones “clásicas”. Con ello se ha pretendido dar una deseable homogeneidad al tamaño de los modelos expuestos. Igualmente, todas las maquetas tienen la máxima calidad en su material constructivo: maderas nobles en casco, cubiertas y mástiles; bronce en cañones y ornamentos.

F.M.: ¡Podrían considerarse casi como joyas!

J.C.M.: ¡Casi!. Los navíos reproducidos son de gran belleza, (muchos de ellos buques-insignia de sus respectivas Armadas nacionales), representando a grandes veleros de los siglos XVII y XVIII. Por último, otro denominador común: casi todos ellos, barcos históricos y protagonistas de importantes acontecimientos, bélicos o de otra índole.

F.M.: ¿Hay limitaciones en sus construcciones?

J.C.M.: Lamentablemente, estas “exigencias”, aparentemente todas ellas muy positivas, me han llevado -casi- a un callejón sin salida: “se me han acabado los barcos”. Salvo que aparezcan novedades en los próximos meses, lo cual no es previsible por la crisis económica que estamos viviendo, el “Gorch Fock” que ahora estoy construyendo es el último que podré terminar como novedad. Debo aclarar, sin embargo, que trabajo no me faltará: haré para mis hijos “dúplicas” de los que, generosamente, donaron hace años para el museo.

F.M.: ¿Y cómo pasamos de Majadahonda al centro de Madrid, el complejo AZCA?

J.C.M.: A comienzos del 2011, como consecuencia del cambio de la sede social de la Fundación a Madrid, así como de la transformación del palacete de Oriol en un centro de formación operativa de MAPFRE, los responsables del Instituto de Cultura me propusieron el traslado del museo al centro comercial “Moda Shopping”, también propiedad de MAPFRE, situado en el complejo AZCA, en el Paseo de la Castellana de la capital, lo que acepté encantado. Y allí están magníficamente instaladas las maquetas, con una configuración similar a la que tuvieron inicialmente, aunque con dos mejoras considerables: ya no son 23, sino 36 las maquetas expuestas, y no se hallan ubicadas en vitrinas corridas, sino en urnas individuales, sustentadas en sus respectivos basamentos de madera, que sirven también como “baúles” para su transporte.

F.M.: ¿Cómo surge la idea de la itinerancia de la exposición?

J.C.M.: Desde un primer momento, como ya venía haciéndolo el Instituto de Cultura con otras colecciones artísticas propias, sus responsables decidieron que “la de los barcos” fuese igualmente objeto de exposiciones itinerantes en diversas ciudades, con la colaboración de instituciones locales que favoreciesen con su prestigio la difusión del modelismo naval en sus respectivos ámbitos geográficos.

F.M.: ¿Y los barcos han recorrido mucha geografía por tierra?

J.C.M.: En los últimos años han tenido lugar exposiciones consecutivamente en Murcia, Águilas y Cartagena, con la colaboración de la Fundación Caja Murcia; en Toledo, con la colaboración de la Real Fundación de Toledo; en Sevilla, con la del Ayuntamiento de dicha capital, y en Melilla, con la del Museo Marítimo. Actualmente la exposición se encuentra en la Casa de los Coroneles de La Oliva – Fuerteventura – hasta el próximo 8 de junio. Se trata de la última parada antes de que las maquetas vuelvan al Paseo de la Castellana (centro comercial “Moda Shopping”, en el complejo AZCA).

F.M.: Además del Museo, también ha escrito un Manual de Modelismo Naval.

J.C.M.: Si bien es cierto que los fabricantes de kits de modelismo naval han mejorado de modo muy considerable a lo largo de los últimos años, tanto en la calidad y terminación de los productos que ofrecen, como en la amplitud y claridad de las instrucciones para la realización de las maquetas, mi experiencia me lleva a afirmar que, en cuanto a tales instrucciones se refiere, siguen siendo “manifiestamente mejorables”. Basado en esa premisa, decidí escribir un manual “con ideas prácticas para iniciarse y perfeccionar la realización de maquetas”. El contenido íntegro de dicho manual aparece en la “Web” del museo.

F.M.: ¿Y a modo de resumen, qué podemos encontrar en el Manual?

J.C.M.: El guión de su contenido recoge aspectos básicos como la elección de la maqueta y del fabricante, las herramientas y accesorios a utilizar en la construcción, las principales tareas a llevar a cabo (confección del casco, la pintura…), y por supuesto algunas consideraciones prácticas finales que a lo largo de los años, y con la experiencia que he atesorado en el día a día, creo que pueden ser muy útiles a cualquiera que pueda emprender una aventura como modelista, ya sea a nivel principiante o experto.

F.M.: ¿Un último consejo o recomendación para los amantes del modelismo naval?

J.C.M.: Se trata de un hobby apasionante. Con todo lo expuesto, espero haber contribuido a dar a conocer mejor el modelismo naval, a difundir su desarrollo, a divulgar algunas de sus técnicas operativas y, finalmente, a desdramatizar sus aparentes dificultades de realización.